miércoles, 20 de diciembre de 2017

Armada de letras

La lengua destrabada. Manual de escritura
Escribimos para expresar lo que hay, lo que hubo o lo que podría haber, y lo hacemos nombrando, describiendo, argumentando, fabulando… Escribimos para comprender y para darnos a entender. Parece fácil. Se diría que, igual que aprendimos a hablar, aprendemos a escribir. Quién no ha recitado en la infancia el sonsonete del abecedario ni se ha imaginado la armada de letras desfilando con características humanas: la osada a siempre al frente, la z serpentina del final y, entre ellas, el batallón en marcha en el que no falta la c de mi nombre, la f que bufa, la oronda g y la j flaca,  la mudita h, a menudo olvidada, la m maternal y la n que la envidia, la p de los disparos, la r de los motores o la t que toca el tambor…

Al comienzo, escribir  suele ser algo tan divertido como un juego. Apenas cuesta delimitar los contornos de las palabras conocidas y aprender a separarlas: casa, mesa, lápiz, sol, cohete. Escribir cantidades con letras exige más esfuerzo: veintiséis mil novecientos treinta y seis euros con cincuenta y dos céntimos. Y qué decir de las preposiciones y los artículos: la maleta de la abuela, pero la maleta del abuelo. Más adelante, cuando el juego se ha prolongado lo suficiente a lo largo del tiempo, comenzamos a percibir las sutilezas del asunto y surgen dudas. ¿Escribiremos, por ejemplo, la mano con la que te sujeto o la mano con que te sujeto? ¿Por qué escribimos la ciudad de Guadalajara, pero el río Ebro; Miranda de Ebro o Alcalá de Henares, pero Medina del Campo o Santa Clara del Cobre? Cuanto más ahondamos en la escritura, más lejos queda el juego inocente de los primeros años: ¿En este bar se pueden comer paellas o se puede comer paellas? ¿El proyecto está siendo analizado por onceava vez o el proyecto se está analizando por undécima vez? ¿Amado por todos o amado de todos? ¿Ven que te peino o ven que te peine? ¿Cuanto más mentiras dices o cuantas más mentiras dices? ¿Debo entregarlo cuando más en dos días o debo entregarlo cuanto más en dos días? ¿Escribiremos Si te gustaría llegar a escritora, lee o si quieres llegar a escritora, lee? Las reglas nos constriñen. Pero también dan alas. Han ido surgiendo a lo largo de los siglos de habla y escritura. Separan el polvo de la paja. Contribuyen al buen entendimiento. ¿Siempre? No. ¿Nunca? Tampoco.

La palabra es la flecha que se dirige a su blanco. Unas palabras llaman a otras. Incitan su presencia. Provocan estructuras. Hay un orden, que no es único. Escribiremos Miedo me da que separarnos pretendan o me da miedo que pretendan separarnos; Duerme mi gato más de lo habitual últimamente o últimamente mi gato duerme más de lo habitual. Los hipérbatos contribuyen a que, por su posición, unas palabras reciban mayor luz que otras con fines estilísticos. Pero ciertos ordenamientos son disruptivos y provocan ambigüedades: Primera muestra del Ayuntamiento de seres venenosos y no Primera muestra de seres venenosos del Ayuntamiento. O, dependiendo de lo que se pretenda expresar, Juan dice continuamente que no fuma o Juan dice que no fuma continuamente. Sentido y estilo determinan el orden más armónico para el desfile de las palabras según los objetivos pretendidos. Y casi siempre hay más de un modo de expresión: Si lo hubiera sabido, te habría llamado o te habría llamado de haberlo sabido.

¿Por qué algunas palabras se escriben con tilde y otras no? ¿Por qué escribimos Restaurante Robledo y no «Restaurante Robledo»?; ¿un Mercedes automático y no un Mercedes automático? Existen reglas de acentuación, de puntuación y de uso de los distintos estilos de letra que han ido evolucionando a lo largo de los siglos y que en la actualidad se recogen en la ortotipografía. Esta disciplina permite, por ejemplo, que solo por cómo está escrito, sepamos que La historia escrita en el cielo es el título de una novela, mientras que «El llanto de las sibilas» es el título de uno de sus capítulos.
   
La escritura, como el movimiento, se demuestra escribiendo. Y, mientras se escribe, se va haciendo camino. Las musas no llegan por arte de magia a dirigirnos la mano si no nos encuentran escribiendo. Es preciso perseverar. Dedicar tiempo a pensar, a planificar, a establecer un esbozo: como ya advirtió Flaubert, los textos no se conciben como los hijos, en un único acto creador,  sino como las pirámides, elevando grandes bloques, unos sobre otros, según un diseño meditado, a fuerza de riñones, tiempo y sudor, corrigiendo una y otra vez.

Al escribir, moldeamos experiencias, elegimos una voz narradora y dotamos de ritmo a la temporalidad, generando orden donde había caos y una interpretación para lo ininteligible; a veces, incluso, trasmutando lo que parecía insignificante en trascendental. Somos la araña que teje su tela desde dentro de su ser, con su propio cuerpo: escribimos con lo que somos. Hacemos y nos hacemos cuando recurrimos a nuestra preciosa armada de letras. Debemos mantenerla a punto, actualizada, para entender cuando leemos y que nos entiendan cuando escribimos. 
  
Así, armada de letras, deseo para el año 2018, todavía por llegar, armonía, paz y alegría.


Felices fiestas

Enlaces


Presentación  en el marco de la FIL de La lengua destrabada. Manual de escritura  (Madrid, Marcial Pons, 2017).


Prolegómenos, índice e introducción de La lengua destrabada. Manual de escritura.


Página Web de Marcial Pons.



martes, 12 de diciembre de 2017

Caminando entre libros: un paseo aleatorio por la FIL 2017


No habían parado de advertírnoslo y, pese a ello, cuando llegué por primera vez a la explanada de entrada, provista del gafete que me acreditaba como invitada especial y me abría paso entre la multitud, me sobrecogió el enorme tamaño de la Feria del Libro de Guadalajara (México). Este año 2017, Madrid era la invitada de honor durante el encuentro literario más trascendente del mundo de habla hispana y había elegido como presentación  el sugerente lema «Ganarás la luz», que es el título de un poemario donde León Felipe, poeta de la Generación del 27 exiliado en México, sintetiza su obra: «He escrito en las sombras. Con una simple musiquilla de retreta alguna vez, pero abriendo bien las puertas y las ventanas para que entre el  milagro a caballo del sol» (Ganarás la luz, Madrid, Visor, 1981, p. 165). En la ceremonia de inauguración de la Feria, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, además de señalar la vocación de acogida de la ciudad, habló de la importancia de los libros para ganar esa luz y del papel de México en nuestros años oscuros para seguir publicando y hacernos llegar aquellos textos que en la malhadada piel de toro estaban prohibidos bajo la dictadura. El pabellón redondo, todo blanco por dentro, exponía lo que Madrid puede ofrecer a quien quiera visitarla e invitaba a conversar… Pero aunque situado en lugar privilegiado para ser encontrado a primera vista, como un faro, el pabellón madrileño se me antojó una ligera gota de lluvia en un mar de letras, poblado por editoriales grandes y chiquitas, venidas de cualquier lugar del globo.

Se comentaba que recorrían las avenidas y calles de la Feria los buscadores de talentos, entablando negociaciones que harían visibles a futuros escritores bestsellers y long sellers, o volverían ricos a editores sacrificados. No obstante, eso no es lo más significativo de un acontecimiento editorial portentoso que viene repitiéndose año tras año: lo que de verdad cuenta y asombra es que un bien tan antiguo, el libro de hojas pasajeras al que tantas veces se ha dado por muerto, sea capaz de congregar a su alrededor multitudes semejantes. ¿Serían ávidas lectoras todas las personas de diferentes edades y condiciones que paseaban, se encontraban, conversaban, asistían a presentaciones y formaban colas para firmas de autores, conocidos y por conocer, un día tras otro mientras duró la Feria?

Mi editorial ocupaba el puesto M-24, y allí asistí el primer día de mi llegada, cuando la Feria todavía no estaba abierta al público en general, a la apertura de las cajas, enviadas desde Madrid, que contenían los ejemplares de La lengua destrabada. Manual de escritura. Colocados en sus estantes y montones, como la inmensa cantidad de libros ―millones y millones― expuestos en la Feria, percibí claramente el milagro que supondría conseguir que cualquiera de ellos se vendiera y acabara en unas manos interesadas, lectoras.  Porque un libro no está completo hasta que no es leído. Eso lo sabemos bien los que nos dedicamos a este oficio.

Es tan inmensa la Feria y tanto lo que se puede hacer, que desde el comienzo recomiendan estudiar el extenso programa y fijar una agenda de imprescindibles. Yo lo intenté, pero me perdí demasiadas oportunidades porque coincidían en horario o yo tenía actividades propias que desarrollar. Como bienvenida, asistí a la función de un balé folclórico espléndido en un auditorio oloroso a la madera que lo adorna perteneciente a la Universidad de Guadalajara. En los días sucesivos participé en mesas, reuniones, comidas y cócteles, todo perfectamente programado y desarrollado, en los que fui conociendo a escritores, académicos y estudiantes con los que compartí ideas y de los que aprendí cuanto fui capaz. Me hicieron el honor de presentar La lengua destrabada dos profesores del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, Luz Eugenia Aguilar y Daniel Barragán: de su minuciosa lectura y sus comentarios, destaco ante todo su consideración de que se trata de un texto de carácter panhispánico que recoge las diversas variantes de la lengua común en la que tantos millones de personas a lo ancho del mundo nos entendemos, sea hablando o escribiendo.

He vuelto a casa con la maleta abultada de libros a los que no me pude resistir: cito de ellos el nuevo poemario de Carmen Villoro, titulado Liquidámbar (Mantis Editores), y una preciosa edición del Fondo de Cultura Económica de Mujer que sabe latín…, donde se reúnen artículos y ensayos de Rosario Castellanos dedicados a la mujer escritora. Los puntos suspensivos del título esconden el final de este refrán que tal vez se vaya olvidando: «ni encuentra marido ni llega a buen fin». También traigo de allende los mares una lista de pendientes por leer que espero conseguir aquende: libros de Margo Glantz, que se declara absolutamente autorreferencial; novelas mucho más que negras de Elmer Mendoza; y esas obras de Emmanuel Carrère, ganador este año del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que al parecer son difíciles de encuadrar en un género literario porque mezclan novela y no ficción… 

Durante la presentación de La lengua destrabada, me dijeron la siguiente adivinanza: «El campo es blanco; la semilla, negra: dos ojos la miran y una mano la siembra». El campo blanco es la página; la semilla negra, la letra: la mano que la siembra es el escritor y los ojos que la miran son los del lector que terminan la tarea. Porque, como también señaló Daniel Barragán en su memorable comentario de La lengua destrabada, «leer es recoger con los ojos lo que la mano siembra». Una labor compartida.

Ojalá los buenos libros sigan siendo la semilla que nos alimente. Ojalá la FIL siga siendo su exitoso escaparate por muchos años.  






Enlaces

Presentación  en el marco de la FIL de La lengua destrabada. Manual de escritura  (Marcial Pons, 2017)

Vídeo en Facebook: Respuesta a la presentación de La lengua destrabada. Manual de escritura

Prolegómenos, índice e introducción de La lengua destrabada. Manual de escritura

Página Web de Marcial Pons